Carlos Salgado Araméndez
Carlos Ancízar Rico Álvarez nació el 9 de agosto de 1936 en Argelia, Valle, y falleció el 28 de octubre de 2016 en Bogotá, a la edad de 80 años. Lo conocimos como uno de los más recios dirigentes campesinos. Cuando digo recio, me refiero a la solidez de sus convicciones y a lo elaborado de su ideario, así como a la persistencia de su vínculo con las organizaciones campesinas, actitud no siempre fácil en este país.
En algunos estudios se ha llegado a calificar a la actitud campesina como persistente, queriendo decir con ello resistente, incansable, perseverante. Algunos descampesinistas asociaron esta actitud a la terquedad al suponer que no entendían que debían desaparecer del escenario de la historia. Carlos Ancízar es un ejemplo de los primeros adjetivos, aunque también fue terco, pero como sinónimo de tenacidad. Hasta la conciencia de sus últimos días creyó en la utopía campesina, esa que él consideraba “está centrada en lograr con el producto de su trabajo en su propia tierra, la atención a las necesidades básicas propias y de su familia, en el contexto de una comunidad que le garantice el intercambio de bienes y servicios en una forma justa”1.
Conocí a Carlos Ancízar a mediados de los años ochenta –ya del siglo pasado-, en los agitados eventos que llamaban a procesos de unidad popular y, como aprendiz del tema, me llamó siempre la atención su hablar pausado y el buen genio con el que tramitaba los debates. En alguna ocasión le pregunté si su tranquilidad se debía a que no era de ninguna organización de izquierda que debiera posicionarse con pasión en los debates políticos y me respondió que la felicidad pasaba por el buen trato humano. Después supuse que sus primeros pasos en la poesía, la comedia en la escuela y sus retozos con la filosofía lo abstraían a un plano superior, porque ya avizoraba un modelo sociopolítico que explicaba hasta sus últimos días en términos de los valores y principios como la fraternidad unida al principio de la hermandad, la igualdad a partir de su insistente argumento en pro de la satisfacción de las necesidades básicas, y la valoración de la justicia, que entendía como el reconocimiento de derechos de todos por igual. Este conjunto nos compromete con el principio de la solidaridad, base para el ejercicio de la libertad responsable, fundamentos, según él, de la democracia.
Carlos Ancízar fue el primer Presidente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos –ANUC-, una vez que fundada se decidiera una presidencia rotativa por seis meses entre las cuatro zonas consideradas por el campesinado, y que él asumió a nombre de la región central. Venía de una trayectoria en la Acción Comunal, el sindicalismo y el cooperativismo, en organizaciones campesinas del norte del Valle y de participar hacia 1968 en programas del gobierno, tal y como lo hizo una avanzada de líderes y profesionales que después apoyó con solidez a los movimientos campesinos e indígenas. Su discurrir posterior se dio en la Federación Acción Campesina Colombiana –ACC-, en los escenarios de los paros agrarios, los procesos de unidad2, los debates sobre la paz3 y en la mayoría de foros y seminarios en los que se trataran temas de actualidad.
En algunas de nuestras últimas conversaciones se mezclaron sus dolores con la forma como se tramitó el proceso de constitución de la Cumbre Agraria en la que sentó su posición sobre la esencia política de las discusiones con el gobierno que, a juicio de él, se distorsionaron por el ofrecimiento y manejo de los recursos económicos ofertados y porque, me contaba con tristeza, se sintió tratado como viejo por la cochada de nuevos dirigentes. Este es quizá uno de los déficits del movimiento popular, el de arrumar sus historias y experiencias acumuladas cual sacos de papas. Para distraer estos dolores, hablábamos de la producción de su finca y del estado de la cocina, a punto de derrumbarse porque la exacción de impuestos le sustrajo los recursos para recomponerla.
En un breve artículo ya referenciado y titulado “Percepciones sobre paz territorial”4, Carlos Ancízar expuso algunas de sus ideas sobre el momento colombiano y lo hizo formulando muchas preguntas, método a partir del cual solía hacer sus exposiciones para llevarnos a sus argumentos. Transcribo algunas de ellas para mostrarles la profundidad de sus reflexiones.
A propósito de las negociaciones de paz, preguntaba: “¿Existe en las poblaciones no armadas aún residentes en los territorios y en los sectores sociales populares afines a éstos, la conciencia crítica y política que les permita asumir con claridad la responsabilidad de actuar en función de una u otra de las propuestas que las diversas fuerzas lleven a sus poblaciones? ¿Podrán confrontarlas con una propuesta alternativa más acorde con las necesidades y aspiraciones justas de sus pobladores de acuerdo a la vocación de los territorios y a la restauración y conservación de una naturaleza y un ambiente sano? ¿Cuentan con un objetivo claro, una estrategia y la organización social participativa adecuada para un accionar coherente y simultaneo?….
“Es evidente que los sectores sociales populares han mostrado siempre una gran capacidad de resistencia y movilización masiva; capacidad y fuerza para la denuncia, esfuerzo y creatividad para la protesta y la propuesta. ¿Podríamos decir lo mismo con respecto a su accionar con simultaneidad y coherencia o escalonado en función de metas u objetivos concretos reivindicativos o específicos dentro una estrategia global transformadora de la sociedad?, dado que debemos actuar en función de la construcción de un nuevo modelo económico, de organización social participativa para un accionar político como organización de los talentos humanos, de sus ideas y de los bienes, medios o recursos e instrumentos necesarios a la construcción de una sociedad justa y humana por lo fraterna, solidaria y autogestionaria, garantía real del bienestar necesario a una vida digna”.
De los debates de Carlos Ancízar, siempre me gustó el relacionado con el proyecto general del campesinado. Él entendía que el campesinado debía mirar a un proyecto de sociedad para no quedar atrapado en sí mismo y no descartaba las relaciones con el conocimiento, la ciencia y lo que llamó la tecnología propia. Pero esto solo tenía sentido si lograba determinar su propio plan para aportarle al crecimiento humano –base de la felicidad-, posible si son dueños de los medios de producción y logran una justa redistribución de recursos y un aprovechamiento racional de lo que nos brinda la naturaleza. Estos eran los lineamientos de su concepción del “desarrollo productivo orgánico”5.
Carlos Ancízar ha dejado este mundo y ya no volveremos a ver su pelo cano, su sombrero campesino y su andar pausado de sabio recorrer los recintos de foros y debates. Humana y personalmente me duele su partida. En mi trasegar de educador popular he aprendido de las mujeres y hombres líderes del campo lo muy poco que entiendo de su mundo y que balbuceo en líneas de papel y palabras de talleres. A muchos nos acogió con su amor de abuelo para dejarnos entrever entre ideas, argumentos, risas y calidez que el mundo popular produce conocimiento profundo. En Planeta Paz aprendí a quererlo mucho más con su inmenso aporte en un grupo de líderes de distintos sectores y tendencias políticas que produjo colectivamente la Agenda Mínima de Paz6. Y ya desde entonces fuimos siempre cercanos independiente de las diferencias. O mejor, el que pudiéramos mirarnos en las diferencias nos hizo más cercanos. Pero ¿cómo no apreciar y respetar su sabiduría?
Su hija Claudia nos envió una hoja escrita por su mano, con unas reflexiones sobre la vida y la muerte. Quizá para aliviarnos la pena, decía “El temor a la muerte debe ser más bien el temor a no poder seguir utilizando el cuerpo para cumplir el objetivo propuesto. Las cicatrices materiales y espirituales deben ser recuerdos que estimulen la memoria de los hechos y sus causas para evitar su repetición”.
Paz en tu viaje, entrañable Compañero.
1Ver entrevista realizada por Guillermo Solarte en “No ha pasado nada. Una mirada a la guerra”, TM Editores, Misión Rural, IICA, Bogotá 1998. Páginas 33 a 47. Cita en página 38.
2 “Seguramente todos somos conscientes de que una por no decir que la única opción que tenemos es la UNIDAD, pero ¿Qué tipo de UNIDAD, en torno a qué o a quién, la UNIDAD cómo, con quién o entre quienes y para qué?”. Ver http://www.caritaslatinoamerica.org/archivos/colombia/ACC.pdf
3 “En nuestro criterio la paz es un estado de satisfacción individual y colectiva que se deriva de la satisfacción de las necesidades básicas fundamentales, necesarias para la conservación de la vida y utilización responsable de los espacios necesarios al ejercicio de los deberes y derechos individuales y colectivos en función del logro de las aspiraciones justas para el desarrollo humano integral”. Ibid.
5 Ver también su artículo “Papel del campesinado en la soberanía, autonomía y en la seguridad alimentaria nacional”, en Revista Semillas, Construyendo territorio, soberanía y autonomía alimentarias, No 63/64, Bogotá, junio de 2016. Páginas 15 a 18.
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